Mauriceando.

viernes, 13 de mayo de 2016

Mi padrastro se ha caído


El otro día me contó mi mamá mi padrastro, se había caído de las escaleras. Con la cual ella se fue dando cuenta de eso que yo le venía diciendo desde hace un rato: que esa casa no era del todo apropiada para un hombre ciego. Es una casa con toda clase de desniveles, realmente un dibujo de Escher. Pero él, por supuesto, no quiere mudarse. Y realmente lo comprendo. Cuando un anciano ciego tantea los muros de su casa, lo hace en búsqueda de una dirección física –la mano como instrumento geomántico– pero también es la búsqueda de un pasado, cuyas formas mueren. 

viernes, 24 de julio de 2015

Not with a bang but with a whimper

Como si nada –como diciendo: aquí no pasó nada– se saldaron más de cincuenta años de diferencias entre Cuba y Estados Unidos.  
           
Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles, el embargo, Guantánamo, las guerrillas, todo borrado de un brochazo.

Cosas que no me cuadran: por ejemplo que sea Kerry y no Obama quien vaya a izar la bandera de EU en La Habana. 

Que esto haya sido manejado con un perfil tan incluso casual para mí es un doble insulto: insulto a los que celebraban las diferencias entre Cuba y Estados Unidos; insulto a los que querían abolirlas y deseaban la colusión. 

Muchas personas, de uno y otro signo, murieron en nombre de esos cincuenta años de desacuerdo contemporáneo.
                       
No se trata de disentir con la mancuerna diplomática. Es solo que la misma debió ser, a mi juicio, menos técnica, menos de traspatio, más simbólica, y más llorada. Sin contar que muchas desavenencias han quedado sin resolver. ¿Se resolverán ahora? No lo creo.

Esa historia tan importante para tantos pronto se borrará en las afluencias, en los mercados, en las actualidades.

miércoles, 22 de julio de 2015

El Periódico

La marca de un gran periódico es que tiene grandes amigos y grandes enemigos, y El Periódico los tiene ambos.
           
Yo grande no soy, ni seré; pero sí soy, y seré siempre, amigo de El Periódico.
           
Lo fui desde que comencé a trabajar allí. O sea desde que empezó.
           
Ya he contado esto en otra parte: que cuando arrancó El Periódico había nomás como cinco computadoras, obviamente del siglo pasado. A partir de semejante estado basal y embrionario todo se fue desplegando, hasta que la sala de redacción se convirtió en un centro vibrátil donde se condensaba todo el acontecer nacional. Por el diario pasaban unas figuras que ustedes no creerían.
           
En lo personal, El Periódico me dio la educación sentimental que yo necesitaba, y me dio la posibilidad de hacer lo que más quería: trabajar escribiendo. Y escribí muchas notas, que lamentablemente hoy ya no existen porque entonces no había versión digital del diario, y por tanto no están almacenadas en la red.
           
Más tarde dejé de laborar de planta, pero me quedé con mi columnilla Buscando a Syd. Cada mes he ido volviendo a El Periódico por un cheque que nunca ha dejado de llegar, hasta hoy, que se acabó la plata.
           
Cada mes pasaría yo dejando una factura en el diario, y me gustaba eso de saludar a los guardias afuera; hablar un ratito con la asistente de Zamora; echar un vistazo discreto a la sala de redacción con su personal siempre cambiante, morfante…
           
Por esa sala de redacción han pasado muchos talentos, que allí encontraron calor y formación. Allí se hicieron cosas increíbles y muy frescas en las distintas secciones: nacionales, domingo, investigación, cultura, etcétera.
           
Acaso hoy El Periódico ya no reverbera en el ambiente como lo hiciera hace unos años. Pero eso es porque, para empezar, lo damos por descontado, y luego porque ya contamos con un paisaje periodístico más musculado.
           
Pero no olvidemos, nunca olvidemos, que ese mismo paisaje es, en buena parte, fruto de lo que el propio El Periódico ha rendido. Además me parece que es un diario que, hasta la fecha, ha seguido siendo gallo y relevante, y se ha mantenido descubriendo y propagando Cosas.

Ahora que me voy de El Periódico, que El Periódico se va de mí, es como si estuviera viviendo la muerte de alguien. Ni modo. Tanto tiempo y energía invertida: la conexión kármica era muy fuerte.

martes, 23 de septiembre de 2014

Espejos rotos

Entre el estupor y la vasta tristeza, Víctor comprende que su mujer, Maritza, lo ha dejado.

No su mujer, exactamente: el fantasma de su mujer: a su mujer la mató hace unos meses.

La historia es que Maritza volvió, desde la trasmuerte, en su forma fantasmagórica, para espantarlo, para vengarse de él, pues.

Al principio él tuvo así mucho miedo, entró en una locura horrible.

Pero luego se fue acostumbrando a la presencia, a la aparición espectral de Maritza.

Maritza por su lado fue perdiendo poco a poco las ganas de castigar al marido homicida.

He aquí lo intrigante: al final él se enamoró nuevamente de ella, y ella (el fantasma, la sombra de ella) de él.

Pasa, a veces. 

Claro, el amor entre un humano y un aparecido es cosa muy difícil, cosa extremadamente compleja. Se amaban, pero no podían comer juntos, ni tampoco ir al cine: esos asuntos que importan a las parejas. 

¿Y cómo hacer el amor con una aparición, de veras?

Comenzaron otra vez los problemas, los antiguos patrones, las peleas, los gritos, los espejos rotos.
           
Hasta que ella decidió romper la relación.

Y entonces Víctor quiso matarla y, claro, no pudo: ya estaba muerta: ya la había matado.

Un buen día Maritza se largó con sus cosas, o sin ellas, pero en todo caso sin decir nada,  sin dejar una explicación, una nota.

Aunque hubiera querido dejar una nota, no hubiera podido escribirla: es sabido que los espantos, una vez se vuelven espantos, pierden la facultad de escribir.

Por tanto infiero que si estoy escribiendo esto, no estoy muerto, o no del todo.

domingo, 17 de agosto de 2014

Y el hombre maldijo las lluvias

Aquellos antiguos recolectores aprendieron a domesticar el alma de las plantas con castos instrumentos, y el bravo sudor de la entraña.

En la noche, en el ardor del día, fue creciendo el orden agrícola, con su alimento y su abrigo y su inmutable padrenuestro. Así extrajo el hombre de los suelos el cereal y el sorgo, la remolacha y el trigo, el infinito arroz.

Y extrajo también el maíz, esa dieta alimentaria de dioses milenarios.

Pero el hombre es el rencor. Pronto maldijo las lluvias que llegaban y no llegaban, y se sintió traicionado con cada piedra, con cada canícula. Y esclavizó. Y derramó la sangre. Graves nobles con gorguera –y sin contrario– aprendieron a controlar el frágil destino de los anchos continentes.

Y esos nobles se convirtieron en grandes corporaciones.

Y esas grandes corporaciones compraron democracias.

Y hoy son las macroplantaciones y los OGM y la ingeniería genética.

Es Monsanto.

miércoles, 30 de julio de 2014

Opinar sin reducir

Una cosa es decir que esos inconversos ya dejen de discutir y otra –por ejemplo– es cartografiar los agentes y líderes y sectores palestinos que puedan alinear redes de entendimiento en un mapa político–cultural muy atormentado y telúrico. Una cosa es exasperarse con las muertes a manos de judíos y otra crear estrategias profundas para diluir las cepas conductuales más pesadas e inarmoniosas del sionismo, para un Israel más incluyente.

Todos queremos que se detenga la carnicería. Pero no va a ser dejando de ir Starbucks como lo vamos a conseguir. Tanto los israelís como los palestinos tienen derecho a códigos serios de garantía. No debemos descomplejizar ni desimetrizar un conflicto que, siendo así de congelado, a la vez está morfando de día en día, y adquiriendo nuevos matices de modo vertiginoso. Sobre todo es importante no reducirlo a una interpretación sin futuro o prejuiciado lugar común. 

Por otro lado, como agentes externos no podemos retirarnos del conflicto, bajo la excusa de que no estamos en capacidad de entenderlo, o de que no es nuestro, o de que nuestros propios conflictos de país son más preeminentes. Ya hablé de ello en el post anterior de mi blog Gelatina. Mi sentir como ya lo dije antes es que el presente es un conflicto de status mundial que requiere una intervención planetaria, más allá de las empatías sin torso o burocráticas. Esto supone la creación de campos de decisión emergentes, y una conferencia global alternativa que produzca voluntad por encima de las agendas nacionales, como la de Estados Unidos.

A un nivel de ciudadanía corriente, es imperativo que no se detenga el flujo de opinión comprometida. La obligación es precisar y resignificar cada acto de agresión para que no se pierda en el ruido borroso general, en una abstracción sin consecuencias, o en un post barato de media línea. El reto es opinar: pero opinar sin reducir.

jueves, 20 de febrero de 2014

Ternura y dignidad

Todos los días mi gata se para en el lavamanos: quiere agua. La bebe de mi mano, en breves lengüetazos. Le quedan pequeñitas gotas de rocío prendidas al bigote. Le encanta jugar con pelotas de felpa. Yo se las tiro y ella me las trae. Le pongo apodos como: “su petitesse” o “pequeña esfera de pelos”. En esta casa, ella es la reina. Nosotros nos limitamos a aclamarla. Cada gato es un milagro, un cónclave de ternura y dignidad.

La Padme (aka Pimpur) fue adoptada (vía AMA). Eso no quiere decir que yo soy, metafísicamente, su propietario. Yo no soy propietario de mi gata ni de mi mujer. Digo “mi” mujer o “mi” gata, pero lo hago por razones de lenguaje. No creo en la venta de animales, en la economía animalaria. Tampoco creo en los zoológicos (Costa Rica, entiendo, dejó de tenerlos hace unos años). Esto es: en convertir los animales en entretenimiento. Los animales no son fuente de entretenimiento, ni tampoco están allí para llenar mis soledades y vacíos existenciales. Como dije, no creo en las mascotas. Creo en hacerse cargo de un animal que de otro modo llevaría una vida podrida. Darle cuidados médicos, limpiar su baño varias veces al día, cambiarle todo el tiempo su agua y comida, para que siempre estén frescas, darle un montón de cariño, y un estatuto en la familia perfectamente igual al de los humanos. Los gatos no son ciudadanos de segunda categoría.

La Padme fue encontrada en un taller, con la cola quebrada. Estaba cundida de pulgas. Era minúscula. Ahora es una gatona, y goza de salud y felicidad. 

Con frecuencia, CL6, la gata y yo hacemos juntos la siesta. Le llamamos la trisiesta. Feliz día de la gata, vos Padme.

miércoles, 19 de febrero de 2014

No somos honorables

No somos honorables. Legislamos guerras de hormigas. Nos gusta comer lengua frita de dragón. Obligamos a los sastres a que nos hagan trajes invisibles. Bajamos gobiernos socialistas. Somos bulis con los ángeles. Adoramos lo ilegible. Plagiamos constituciones. Hacemos publicidad para los coches. Psicotizamos en los almuerzos familiares. Vomitamos grumitos blandos de vómito. Nos limpiamos las axilas con los cepillos dentales de nuestros hijos. Apadrinamos asesinos. Atacamos con pimienta a las personas en los teatros. Somos indoctos y degradados. Somos pésimos nacionalistas. Pésimos maestros. Pésimos mariscales. Pésimos millonarios. Nos colgamos de los postes condenados. Carecemos de identidad reconocible. Quemamos los parques. Mestizos y ecofanáticos. Asimétricos y sin garantía. Santos y usureros. Esnobs y cantonales. Nos acomodamos en los castillos de la puerilidad. Temblamos ante un gato. Nos encantan las termitas. Creemos en la selectividad de los genomas. Nos siguen huestes de asesinos. Averiguamos cosas de la gente. Nos metemos en broncas con los bouncers. Carecemos de criterio. Gastamos mucho dinero en los burdeles. Tomamos guaro malo. Tenemos paludismo. Nunca leímos a los filósofos romanos. Aplastamos a la clase media. Nos adueñamos de las democracias. Nos gustan las tachas. Tenemos tachas. Poblamos las penitenciarías. Nos odian en los reformatorios. Morimos de úlcera en los internados. Somos los meros buenos. Los menos honorables. Y no somos honorables. 

martes, 18 de febrero de 2014

Percepciones

Dios sabe que no me gusta Maduro. Como Dios sabe que nunca me gustó Chávez. Y siempre fui muy claro en ello en mis opiniones públicas.

Ninguno de estos dos energúmenos me ha simpatizado por múltiples razones, siendo la principal el continuismo en el poder, que aborrezco.

Dicho esto, me parece que en este asunto de Venezuela no podemos ceder a ningún maniqueísmo perceptual. Hay varios cánceres allí estafándonos al mismo tiempo. Tanto el régimen como muchos de sus opositores participan de la misma propaganda shuca.

Una de las cosas que más lamento de toda esa situación es la desinformación mediática.

Procuro no olvidar que uno de los ejes del derrocamiento de  Árbenz fue el uso de volantes y radio (“La Voz de la Liberación”). Eisenhower ni siquiera tuvo que invertir en una ofensiva militar hegemónica. Nos convertimos en el hazmerreír de las revoluciones. 

La invitación es a no acreditar una foto simplemente porque aparece en nuestro timeline. No seamos mandriles.

Cristos culturales


Como yo lo veo, con diseños artísticos menos sacrificados (y sentimentales) pero más inteligentes podemos obtener resultados mucho más eficaces. ¿Pero qué sería del promotor cultural sin ese gran derroche sacrificial, sin ese moroso arrastrarse, sin los dispendios y las circularidades catatónicas? No pido que se conviertan en empresarios, pero podrían tener la humildad de aprender un par de cosas fuera de la religión estética que profesan; por ejemplo podrían aprender a no ceder al idealismo inoperante y generar resultados medibles. Pero bueno: de mediciones nada quieren saber, estos Cristos culturales.